miércoles, 28 de enero de 2009

UNA CUESTIÓN DE JUSTICIA HISTÓRICA




Las habitaciones son pequeñas, estrechas, casi diría que incómodas para trabajar y para estar entrando y saliendo. Allí, nueve mesas improvisadas acogen montones de huesos: escafoides, cráneos, vértebras, fémures, húmeros, costillas, mandíbulas, rótulas… en fin, todas esas partes pequeñas y grandes en las que nos contaron de pequeños que se divide el esqueleto humano.

No son blancos, como los que salen en los dibujos animados o en las banderas de los piratas. No. Son más bien amarillentos, como si hubieran acusado el paso del tiempo y el hecho de haber estado tanto tiempo bajo tierra en un lugar frío y húmedo como es el fondo de un pozo. Ni están limpios ni son perfectos. A simple vista pueden verse calcificaciones, espinas bífidas, dientes rotos o ausencia de ellos, así como otros pequeños detalles que revelan a los expertos que, en su día, estos huesos soportaron el peso y los andares de personas normales, como nosotros.

Y como normales que fueron impresiona verlos así, los huesos inermes de nueve personas muertas, colocados sobre mesas improvisadas en tres pequeñas salas mientras un grupo de investigadores los mira y remira, los coge y los suelta, los une y separa, en busca de respuestas. Casi se diría que interpelan a los propios huesos, que hablan con ellos, que les piden explicaciones sobre cuáles fueron sus últimas horas con vida, acerca de qué caminos anduvieron y de cómo llegaron hasta allí.

Y en medio de tanto hueso surge un cráneo que da escalofríos. Tiene un agujero de bala justo en medio de su parte superior. “Lo mataron arrodillado”, aseguran los arqueólogos. Otro recibió el disparo en la cara. Así mataron a estas nueve personas en Arucas en 1937, un tiro y al fondo del pozo, como si fueran animales. Sin juicio ni abogados, sin derecho a defenderse ni posibilidades de hacerlo. Un régimen feroz amparaba a los asesinos. Y ahora están los estudiosos resolviendo el enigma, intentando poner nombre y apellidos a esta montaña de huesos para devolverles la dignidad.

Da igual el tiempo transcurrido. Todos nos merecemos saber qué pasó, pero de manera especialísima los cientos de familiares que nunca supieron el destino de sus seres queridos. Pero más que una cuestión de memoria o de olvido, más que saber por saber, más que los detalles de unas muertes que seguro fueron crueles, los arqueólogos y expertos que estos días he visto hablando con los huesos en tres estrechas habitaciones lo que en realidad están haciendo es una decisiva y fundamental aportación a la justicia, a la justicia histórica, algo que este país llevaba 70 años necesitando.

miércoles, 21 de enero de 2009

EL HOMBRE DEL DÍA

Los periódicos que se publican hoy en España llevan en sus páginas dos historias luminosas. Una, de todos conocida, es el relato desmenuzado al detalle del histórico día en que un negro llegó a ser presidente del país más poderoso de la Tierra. Menuda tarea la que tiene por delante Barack Hussein Obama si no quiere defraudar a las millones de personas en todo el mundo que confían en su buen juicio. Titánica tarea, diría yo. Pero, más allá de lo que ocurra a partir de hoy, que este hombre haya despertado toda esa ilusión y haya llegado hasta la mismísima Casa Blanca (que por algo la llaman así, que decía el doctor House), ya es toda una lección.

Sin embargo, yo, que tengo debilidad por los invisibles, me quedo con la otra historia luminosa del día. Les animo a que hagan lo mismo. Desvíen por un momento los ojos de los flashes, los focos y los desfiles militares y pasen y sigan pasando unas cuantas páginas del periódico del día. Por alguna parte, quizás en una página par del interior o incluso en un pequeño rinconcito de la sección de Sociedad o la de Sucesos, depende del diario en cuestión, hay un tizón encendido de esperanza en el ser humano que les está aguardando como si fuera un tesoro escondido.

Él se llama Wilson y es ecuatoriano. Circulaba ayer mismo con su coche por la calle Sicilia de Barcelona cuando observó como un desalmado energúmeno acuchillaba una y otra vez a una mujer en plena acera. Se paró, sacó sus “fierros de trabajo” del portabulto, como él mismo ha declarado, y le arreó un par de golpes al desgraciado en cuestión que le permitieron llevarse a la víctima del lugar y darle los primeros auxilios. Mientras pasaba esto, otros transeúntes se enfrentaban al agresor, armado con un enorme cuchillo de cocina y con una actitud muy violenta, y lo reducían hasta la llegada al lugar de la Policía.

Desconozco qué procesos químicos se produjeron en el interior de este hombre de origen ecuatoriano que le llevaron a involucrarse, incluso con riesgo de su vida, en la defensa de otra persona cuando podía haber seguido de largo como si nada. No sé qué conexiones neuronales intervienen, qué sustancia se activa en el cerebro, no tengo ni idea de cómo llamar a esta conducta, en cierto modo suicida, que contraviene todas las leyes de la propia supervivencia.

Pero más allá de todas esas dudas razonables, hay una cosa que sí tengo clara. Mucho más que el negro que hoy estrena sábanas y jardín en la Casa Blanca, enhorabuena al señor Obama y los suyos, este inmigrante corajudo, quien seguramente tiene una hipoteca que le asfixia, facturas sin pagar y un trabajo y una vida sobre el alambre es, para mí, el auténtico y singular hombre del día.

sábado, 17 de enero de 2009

EL SHOW PIGMEO


Si aún no se han enterado, van a flipar. Resulta que la cadena de televisión Cuatro está preparando (si todavía no ha dado marcha atrás) un reality show de lo más "pintoresco". Todo empezó allá por noviembre, cuando la cadena publicó un misterioso anuncio por el cual buscaba familias para participar en un programa que se definía como "una aventura irrepetible al otro lado del mundo que les llevará a vivir una experiencia única e inolvidable". Al parecer, se trata de llevar a una familia española hasta una selva africana para convivir con una tribu de pigmeos y, posteriormente, hacer lo mismo pero a la inversa, es decir, traer una familia pigmea a España para que vivan con todas las "comodidades" del mundo occidental.

Me lo contó ayer una amiga en el Foro Social de Fuerteventura, a donde acudí para participar en una mesa redonda, y me quedé, literalmente, impresionado. Lo único que se podría comparar a esta aberración es lo de la mujer barbuda, los enanos del circo o los monos de feria. Vamos, un auténtico disparate que algunos pretenderán justificar en aras a la dictadura de la audiencia. Me parece que si Cuatro lleva finalmente este disparate a las pantallas sería como para montarles un boicot de aquí te meneo e inundarlos de cartas y correos de protesta.

Esperemos que alguien con un poco de sentido común y capacidad para influir dentro del grupo de comunicación al que pertenece esta cadena de televisión sea capaz de frenar este atentado contra la dignidad humana. En la foto de Gustavo Catalán Deus, una familia de pigmeos.

martes, 13 de enero de 2009

LAMPEDUSA Y CANARIAS


Desde el pasado 25 de diciembre, más de 1.500 inmigrantes han llegado a la pequeña isla italiana de Lampedusa, en el Mar Mediterráneo, a bordo de barcazas. Se trata de la mayor arribada de los últimos años, que ha desbordado el único centro de internamiento que existe en el lugar y que trae de cabeza a las autoridades de este país. ¿Les suena? Apretamos las tuercas por un lado, en este caso por la costa atlántica, y las rutas de la emigración africana se trasladan con mayor intensidad a otras latitudes. No es una ciencia exacta, pero la imagen del río que se tapa por uno de sus brazos y se desvía hacia otro cauce describe bastante bien lo que ocurre con estos flujos migratorios continentales.

Lo más llamativo de todo es que las barcazas están llegando precisamente al país europeo que más ha endurecido en los últimos años sus políticas sobre inmigración, especialmente desde la llegada al poder de Silvio Berlusconi y sus aliados, los fascistas de la Liga Norte. El Gobierno transalpino no sólo ha dirigido sus iras contra determinadas minorías étnicas, sino que ha criminalizado la inmigración clandestina, ejemplo que, por cierto, ya siguen en España. Lo digo porque todavía hay quienes defienden que las medidas represivas y la mano dura son suficientes para cortar de raíz este fenómeno, algo que los hechos vienen a desmentir una y otra vez.

En Canarias, mientras tanto, ha terminado el año 2008 con un sensible descenso en la llegada de cayucos y pateras. Pero que nadie se llame a engaño. La presión migratoria hacia Europa, los hechos de Lampedusa lo demuestran, se mantiene vigente y los barcos y aviones que operan en la costa senegalesa y mauritana saben bien que se siguen interceptando expediciones suicidas hacia las Islas.

Por eso me llama mucho la atención escuchar a la secretaria de Estado de Inmigración, la inefable Consuelo Rumí, esbozar un gesto triunfal cuando presenta las cifras que apuntan a este descenso en la llegada de inmigrantes a España, lo que, por cierto, atribuye más al éxito de la represión que a la crisis internacional. Yo le pediría un poquito de prudencia a nuestras autoridades porque estas cosas me traen a la memoria las alabanzas y parabienes que se lanzaban todos en 2005 por la caída a la mitad en la llegada de pateras, justo en el momento en que se estaba fraguando la mayor y más intensa arribada de inmigrantes a nuestra tierra, que tuvo lugar al año siguiente.

Y, ya que estamos, decir también que me parece de un cinismo brutal que alguien pueda afirmar que en 2007 fallecieron 39 personas durante el trayecto hacia Canarias, como ha cuantificado recientemente este Gobierno cuando, en realidad, fueron no menos de 700. Otra cosa es que se quiera negar lo evidente y se llame “desaparecidos”, por ejemplo, a los 88 jóvenes que hace un año y medio se hundieron frente a los ojos de la tripulación del remolcador Conde de Gondomar al sur de Canarias para así no inflar la estadística oficial y que parezca que aquí no pasa nada. Por lo que a mí respecta, y me parece que es de sentido común, esos 88 chicos están muertos y habrá que contarlos. Por más que les pese a algunos.

miércoles, 7 de enero de 2009

MASACRE

Ya son 600 los muertos. Llevamos doce días asistiendo a una masacre en toda regla, a un acto de exterminación premeditada y sanguinario. A un lado, un pueblo encerrado entre muros, vallas y alambres de espino; al otro, una poderosa e implacable maquinaria militar que arrasa con todo a su paso, incluidos mujeres, ancianos y niños. El Gobierno y el Ejército israelíes, enloquecidos en medio de una auténtica orgía de sangre, no van a detenerse por esas menudencias.

He visto y he oído de todo durante estos días, gente que está a favor y gente que está en contra. Sólo una cosa me atrevo decir. Nada, absolutamente nada, puede justificar la violencia indiscriminada contra la población civil de la que ha hecho gala Israel en los últimos doce días. En realidad, ya sabíamos que era un Estado criminal que se burla permanentemente de las resoluciones de Naciones Unidas gracias a su alianza impenitente con los poderosos de la Tierra, pero esta exhibición grosera, esta matanza, este tiro al blanco con niños y bebés es infamia pura.

El sopor y los paños calientes de la comunidad internacional son sólo parte de un guión preescrito que considera el conflicto entre judíos y palestinos como una cuestión interna en la que nadie debe inmiscuirse, masacres incluidas. Perdonen las palabras gruesas, pero llevo días asqueado delante de la tele.

Mientras tanto, por nuestras latitudes, nada nuevo. Porque, en realidad, es también guión preescrito el caso de un joven negro que murió tiroteado a manos de la Gendarmería marroquí la pasada Nochevieja cuando intentaba entrar en España a través de la valla de Melilla. Vamos, que los gendarmes del régimen alauí siguen cumpliendo a la perfección y con pocos miramientos la tarea encomendada, que no es otra que hacernos el trabajo sucio. Un día echamos a los inmigrantes negros al desierto; otro, los tiroteamos. Lo dicho, una masacre.
 
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