martes, 17 de febrero de 2009

ME FALTAN OTROS DIEZ AÑOS


Me acuerdo del primer naufragio en aguas canarias. 24 de julio de 1999. Ya se van a cumplir diez años. Recuerdo la morgue del hospital de Fuerteventura y a los jóvenes que llegaban hasta allí para identificar a sus hermanos y a sus primos. La patera se hundió a pocos metros de la playa de La Señora, cerca de Morro Jable. Murieron nueve. La televisión nos sirvió para el almuerzo las imágenes de los cuerpos arrastrados por las olas.

Tampoco me puedo olvidar de Lilian Imatikwa. El 15 de abril del año 2000 esta joven nigeriana fue obligada a saltar de una barquilla cuando estaba llegando a Lanzarote. Estaba embarazada de tres meses. Murió junto a otras dos chicas. Un año después, el 30 de mayo de 2001, 22 inmigrantes que ya estaban llegando a Fuerteventura se pusieron de pie cuando estaban a punto de rescatarlos, la barca se dio la vuelta y 15 de ellos no volvieron a salir del agua. A estos ni los vimos, todo lo contrario que los 9 cuerpos que acabaron, desmadejados, en la pequeña isla de Lobos el 23 de agosto del mismo año. A ellos también los obligaron a saltar el agua y se ahogaron prácticamente en los charcos.

En junio de 2003 salimos a naufragio por semana; en total, 95 muertos. En 2004, las pateras se estrellaban, literalmente, contra las rocas. Hubo cientos de muertos, incluidos 13 que aparecieron en una barquilla a la deriva tras morir de hambre y sed. Y en 2005 los primeros cayucos, los viajes más largos y más peligrosos. Las desapariciones en el mar se convirtieron en algo cotidiano. Treinta personas primero, luego noventa. En todo 2006 murieron casi 1.000 personas que se tenga constancia, pero pudieron ser muchas más. Y el año 2007 y el año 2008, con cayucos que salían todavía de más lejos se llenaron también de muertos, de huérfanos, de viudas, de madres desconsoladas.

Y llegamos hasta aquí. Hasta aquí y hasta ahora. Y podría decirles que la pérdida de 25 vidas, 18 de ellos apenas unos niños, en Lanzarote el pasado domingo es la historia de una muerte anunciada. Que se veía venir. Que estaban llegando muchos menores, que bueno, que ya tengo callo. Que estoy cansado de contar fallecidos. Que la muerte no me va a coger desprevenido porque ya la había visto antes. Igual que el dolor que deja tras de sí. Un dolor espeso, un vacío, una auténtica mierda jodida de tragarse.

Podría decir todo eso. Pero no lo hago porque no es cierto. Lo siento. No me puedo acostumbrar a ver morir a tanta gente. A lo mejor me faltan otros diez años escribiendo de inmigración. Dentro de ese tiempo, cuando esto vuelva a ocurrir (porque seguirá ocurriendo) ya les contaré. De momento, al igual que a muchos de ustedes, me sigue sobrecogiendo tanta muerte inútil en un mundo tan injusto que mañana o pasado mañana ya estará mirando hacia otro lado.


Foto: EFE

lunes, 16 de febrero de 2009

SÓLO UNA PREGUNTA

De nuevo, el horror. Una patera con 28 personas a bordo naufragó ayer frente a Lanzarote. A bordo, jóvenes, mujeres, niños y niñas de apenas siete u ocho años. Murieron todos, menos seis que fueron rescatados por dos jóvenes que hacían surf en una zona rocosa y de intenso oleaje. Durante las primeras horas de la noche, los cuerpos iban apareciendo: primero una menor, luego una mujer, luego un hombre, después otra mujer. Hoy prosiguen los trabajos de búsqueda y rescate. Probablemente aparezcan más cadáveres.

Sólo tengo una pregunta: ¿Esto nos preocupa de verdad? ¿O, por el contrario, nos lamentaremos los días de rigor por estos 22 muertos, pondremos caras compungidas y haremos los discursos preescritos y mañana seguiremos a otra cosa, como si nada hubiera pasado?

martes, 10 de febrero de 2009

ELOGIO DE LA OBSCENIDAD


Dos mil botellas de champán, 8.000 langostas, 100 kilos de gambas, 4.000 porciones de caviar, 3.000 patos, 16.000 huevos, 3.000 tartas de chocolate y vainilla y 8.000 cajas de bombones Ferrero Rocher, entre otras viandas y dispendios. Éste es, según el periódico inglés The Times, parte del menú de la fiesta de cumpleaños que prepara el dictador y tirano presidente de Zimbaue, Robert Mugabe, para el próximo 21 de febrero mientras unos siete millones de sus compatriotas se mueren, literalmente, de hambre y de cólera.

Mugabe lleva 28 años al frente de su país, que ostenta el dudoso honor de ser la peor economía del mundo, con un 94% de su población en el paro y una tasa de inflación del 231 millones por ciento. Naciones Unidas, a través del Programa Mundial de Alimentos, mantiene diversos programas activos en suelo zimbauense para dar de comer a millones de personas. Es por eso que la fiesta del presidente, en la que se va a gastar cientos de miles de euros, ha sido calificada como “obscena” y justificaría, por sí sola, una decidida intervención de la comunidad internacional.

Sin embargo, estaba escribiendo este artículo sobre Mugabe y su derroche y ostentación en un contexto de escasez cuando, de repente, se me han venido a la cabeza los grandes bancos españoles, que han mantenido sus espectaculares ganancias mil millonarias mientras los españolitos nos vamos al paro o nos apretamos el cinturón hasta la asfixia. Y encima el Gobierno inyecta dinero a las entidades financieras para salvarlas de la crisis. No me digan que esto no es también pornográfico.

Alguien debería hacer algo con los bancos en España. Fíjense. De todas las cosas que está intentando hacer Obama, vamos a ver hasta dónde le dejan llegar, hay una que me ha caído especialmente bien. No les hablo de cerrar Guantánamo o de tener un plan contra la recesión mundial, no. Me refiero a que ha exigido a los grandes directivos de la banca estadounidense que se bajen el sueldo hasta los 389.000 euros anuales, o sea, algo más de 5 millones de pesetas mensuales, que es más o menos lo que viene a cobrar el propio Obama, quien, por cierto, también ha vaticinado un mayor intervencionismo en la economía.

Si es obsceno lo de Mugabe, también lo es lo de Botín. ¡Cómo disfrutaría viendo a nuestro Zapatero plantado delante de estos personajillos que manejan la cosa financiera y poniéndolos firmes! ¡Qué imagen! Pero bueno, eso no va a ocurrir. Al menos hasta que a Zapatero no le den una mano de pintura. Negra, por supuesto.

miércoles, 4 de febrero de 2009

MALDITO FEBRERO

Me levanto cada mañana y consulto los periódicos en Internet. La pantalla de mi ordenador no arroja sino malas noticias. El paro avanza como un tren desbocado, la gente normal no tiene para pagar sus hipotecas y se ahoga lentamente entre facturas, recibos, cuotas y deudas. Las tarjetas que echaban humo a principios de enero exigen su sacrificio humano y hay un señor que quiere pegarse fuego delante de un Ayuntamiento porque éste no le abona lo que le debe. Mientras tanto, los políticos de allá se espían unos a otros y los de aquí se enredan y tropiezan una y otra vez en sus propias mentiras.

Arranca este calimoso febrero de carnaval que pese a sus 28 días y su pinta de modosito se presenta largo, tedioso y todo un coñazo de deflaciones, índices bursátiles y más malas noticias en forma de tecnicismos económicos que nadie entiende. Bueno, como enero y como diciembre y noviembre y de ahí para atrás. Que menuda temporadita llevamos con las cosas del comer.

Y encima llega este mes y se estrena con la muerte en alta mar de tres jóvenes negros que fallecieron, desfallecidos, tras diez largos días de magullarse a bordo de un cayuco que saltaba como un juguete a merced de las olas de estos días. Uno de los chicos muertos era tan solo un niño; su hermano mayor, entre los vivos que sí aguantaron el viaje, lloraba su pérdida en el muelle de Arguineguín mientras los voluntarios de la Cruz Roja intentaban calmarle.

Pero a nadie parece importarle ya nada. Ni a los políticos, ni a los medios ni a los ciudadanos. Primero tendremos que preocuparnos de los nuestros, dicen los sesudos analistas, y luego de aquellos que vienen de fuera. Pues bueno. Lo que no saben estos lumbreras es que ayer fuimos ellos y mañana podemos volver a serlo. No sabemos cuál es la próxima parada de nuestro viaje, no tenemos ni idea acerca de los perfiles de nuestro futuro y nos atrevemos a mostrar la indiferencia propia de quienes tienen el estómago lleno.

Pero da igual. No sé ni para qué gasto palabras. Hoy pocos se acordarán de estos tres chicos. Mañana, nadie. Al fin y al cabo, como decía el gran poeta senegalés Leopoldo Sedar Senghor, “en África no hay fronteras, ni siquiera entre la vida y la muerte”. Y para Europa toda esta gente que pierde la vida en los arrabales de nuestra opulencia no son sino un mal necesario. Maldito febrero.
 
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