miércoles, 1 de abril de 2009

ASÍ SE CONSTRUYE LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES

El proyecto de reforma de la Ley de Extranjería que promueve el Gobierno socialista es como el túnel del miedo de las ferias de los pueblos. A medida que vas penetrando en él te vas llevando los peores sustos. Es hasta cierto punto normal que a los legos en cuestiones jurídicas nos pasen desapercibidas algunas cuestiones recogidas en este nuevo texto legal que, sin embargo, una vez analizadas, son para mear y no echar gota, como decía Confucio.

En varias ocasiones me he ocupado de la repugnancia que produce el proyecto de ley que promueven los socialistas. Se trata de un texto legal que endurece aún más las condiciones de vida que ya sufren cientos de miles de personas extranjeras en nuestro país, una iniciativa que considera un delito el mero hecho de ayudar a otra persona, que criminaliza un fenómeno tan antiguo y natural como es la emigración y que descarga todo el peso del aparato del Estado y la represión sobre los más débiles. En uno de esos artículos me refería a la ampliación a sesenta días del periodo máximo durante el cual se podría mantener encerrado a un extranjero por el mero hecho de no tener papeles.

Pues bien, resulta que la infamia es aún peor. Una amiga “invisible” del mundo de la Justicia, a la que por cierto tengo que dar las gracias, me ha alertado sobre un aspecto que a mí se me había pasado por alto. Resulta que ese periodo de sesenta días es ampliable de modo indefinido si no se puede ejecutar la orden de expulsión por causas ajenas a la Administración española. En la práctica, que se puede mantener durante meses o incluso años a una persona en ese limbo legal que son los Centros de Internamiento por, simplemente, tener caducado su permiso de residencia.

El pasado lunes, en el escenario del teatro Cuyás de Las Palmas de Gran Canaria, dos actores recién galardonados en los premios Max, Alberto San Juan y Javier Gutiérrez, tuvieron la suficiente lucidez y valentía para aprovechar ese momento de atención mediática y denunciar, entre otras cosas, que la legislación de inmigración de este Gobierno socialista se parece cada vez más a la de Aznar (la verdad, no sé si hay un insulto peor) y que no hay injusticia peor que perseguir y putear a los vendedores del top manta en aras a la defensa de unos supuestos derechos de autor. ¿Es esta la Alianza de Civilizaciones que propugna Rodríguez Zapatero? ¿Estas son sus promesas de preocuparse por los más débiles y hacer frente a los poderosos?

Cuando el actual presidente del Gobierno salió al balcón de la calle Ferraz la noche del 14 de marzo de 2004 tras ganar sus primeras elecciones, miles de jóvenes le gritaron aquello de “no nos falles”, un grito detrás del que estaban millones de españoles. Y eso es precisamente lo que está haciendo con las iniciativas adoptadas en su segunda legislatura en materia de inmigración, iniciativas reaccionarias más propias de la derecha que de un partido progresista y movidas toda ellas por el afán de retener un puñado de votos. Fallarnos a nosotros, pero, sobre todo y lo que es peor aún, fallarse a sí mismo y a sus propios principios.

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